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Europa está perdiendo capacidad de reciclaje de plásticos a un ritmo alarmante mientras crecen las importaciones y caen las inversiones. En medio de este colapso silencioso, España resiste como un oasis de resiliencia, gracias a un tejido industrial familiar, consolidado y con vocación de futuro. Pero la resistencia no basta: es hora de actuar con decisión para transformar esta ventaja en liderazgo.
La industria europea del reciclaje de plásticos atraviesa una situación crítica que amenaza no solo su sostenibilidad económica, sino también el cumplimiento de los objetivos climáticos y de economía circular de la Unión Europea. En los últimos meses, una ola de cierres de plantas de reciclado en varios Estados miembros ha encendido todas las alarmas: instalaciones cerradas, proyectos de inversión paralizados, y miles de toneladas de residuos desviadas hacia vertederos o incineración, en lugar de reintroducirse como materia prima en la cadena de valor.
Esta crisis no es nueva, pero sí ha alcanzado una dimensión sin precedentes. Como alertó recientemente Ton Emans, presidente de Plastics Recyclers Europe, “ahora más que nunca es crucial tomar medidas decisivas”. Las causas son múltiples, y muchas de ellas estructurales: la caída prolongada de los precios del plástico virgen —fuertemente influenciados por los precios del petróleo— ha minado la competitividad del plástico reciclado. A ello se suma el aumento de las importaciones de materiales reciclados procedentes de fuera de Europa y productos transformados con declaraciones poco transparentes de contenido reciclado. Muchos de estos materiales importados no cumplen con los estándares ambientales y de calidad exigidos en la UE, lo que genera una competencia desleal.
Los datos son demoledores: entre 2022 y 2023, la producción de plásticos reciclados en Europa disminuyó un 7,8%. Mientras tanto, las importaciones de polímeros reciclados y vírgenes ya representan más del 20% del consumo total de plásticos en la UE. Como contrapartida, las exportaciones de residuos plásticos desde Europa aumentaron un 36% entre 2022 y 2024, reflejando una preocupante deslocalización del reciclaje. Este retroceso contrasta con las inversiones realizadas: solo entre 2020 y 2023, el sector reciclador invirtió más de 5.000 millones de euros para cumplir los objetivos comunitarios.
El resultado es un sector presionado por los costes energéticos, la falta de materia prima seleccionada de calidad y la escasa estabilidad legislativa. Y, sin embargo, el reciclaje de plásticos representa una pieza clave para lograr los objetivos climáticos de la UE: cada tonelada de plástico reciclado evita entre 1,5 y 3 toneladas de CO₂ equivalente respecto a la producción con plástico virgen. El colapso de esta industria tendría consecuencias ambientales, económicas y sociales de enorme calado.