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Omar Suárez, CEO de Sunthalpy
Las bombas de calor aire-aire, que no son más que aires acondicionados reversibles, se presentan como una solución accesible para electrificar la calefacción en edificios existentes. Su instalación es sencilla y su coste inicial, relativamente bajo. Sin embargo, esta aparente ventaja esconde una serie de limitaciones técnicas, económicas y medioambientales que deben ser cuidadosamente evaluadas.
En condiciones reales de uso el rendimiento de estas bombas cae drásticamente por su funcionamiento discontinuo intrínseco y sus continuos e ineficientes desescarches. El COP (coeficiente de rendimiento) puede descender por debajo de 1,5 en momentos de máxima demanda térmica, lo que implica un significativo incremento de costes. Además, estos sistemas no suministran agua caliente sanitaria (ACS), lo que obliga a instalar calentadores eléctricos adicionales, con una eficiencia aún menor.
El problema se agrava cuando se analiza el impacto agregado de una adopción masiva. En un apartamento tipo de 85 m², la potencia eléctrica necesaria sólo para calefacción y ACS con bomba de calor aire-aire puede superar los 4,7 kW, que se deben añadir a los 4,5 kW de potencia media contratada por los hogares españoles para el uso de electrodomésticos. Si se extrapola esta necesidad a los 26,6 millones de viviendas del país, se requeriría una potencia adicional instalada de más de 126 GW. Para ponerlo en perspectiva, la potencia máxima consumida en España en 2024 fue de 41,2 GW.
Este aumento de demanda no solo es técnicamente inviable sin una profunda y costosa transformación de la infraestructura eléctrica, sino que también tendría un impacto directo en el precio de la electricidad. La necesidad de cubrir picos de demanda con tecnologías de generación más caras y menos sostenibles encarecería el sistema eléctrico nacional y reduciría su resiliencia.
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