La electrificación de flotas no es un gasto, es el motor de la competitividad sostenible
En el complejo tablero de juego empresarial de 2025, las compañías se enfrentan a una doble presión: por un lado, la necesidad imperiosa de ser más eficientes y rentables en un mercado globalizado; por otro, la exigencia creciente por parte de clientes, inversores y reguladores de operar de forma genuinamente sostenible. En esta encrucijada, la electrificación de las flotas de vehículos a menudo se percibe de manera errónea: como un gasto considerable, una obligación regulatoria o, en el mejor de los casos, una acción de marketing. Esta visión es, además de anticuada, un error estratégico.
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