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La industria de la moda es una de las más dinámicas y rentables del mundo, pero también una de las más contaminantes, concretamente la segunda. Cada segundo, se entierra o quema en algún lugar del planeta una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura. En un contexto donde la fast fashion ha multiplicado exponencialmente el consumo y la generación de residuos, la transición hacia una circularidad del sector de la moda y la gestión sostenible de los residuos textiles se convierten en un desafío ambiental, social y económico de primer orden.
El sector textil es responsable de aproximadamente el 10% de las emisiones globales de CO2, más que el transporte marítimo y aéreo juntos. Además, produce el 20% de la contaminación del agua a nivel mundial y consume más de 93.000 millones de metros cúbicos de agua al año. La moda rápida, un modelo de producción y consumo basado en la fabricación masiva de prendas a bajo costo con ciclos de vida cortos, ha llevado a un crecimiento desmedido de los residuos textiles. En Europa, cada ciudadano desecha alrededor de 16 kg de residuos textiles al año, de los cuales sólo el 11% se recoge separadamente para su reutilización y reciclaje y una mínima parte se recicla en nuevas prendas.
Más allá de estos datos, el impacto del modelo de la ‘fast fashion’ se traduce en la explotación laboral en países en desarrollo, la contaminación de ríos con productos químicos y la dependencia de materias primas no renovables derivadas del petróleo. Este modelo de producción lineal no sólo compromete la salud del planeta, sino también la dignidad de los trabajadores y la equidad global en el acceso a recursos naturales.
Párate a pensar ¿cómo es posible que una prenda de ‘moda rápida’ tenga un precio tan bajo? ¿Qué no incluye el precio para que pueda ser así? ¿A costa de qué?
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