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En un contexto marcado por la reciente presentación de una propuesta abierta del Gobierno español con 10 medidas para impulsar un Pacto de Estado contra la emergencia climática —impulsada por eventos como la peor ola de incendios en la historia reciente—, surge la necesidad de integrar perspectivas expertas para evitar futuras catástrofes medioambientales. El agua, como recurso esencial y transversal a toda actividad humana, juega un rol pivotal en esta lucha.
Para profundizar en cómo el ciclo urbano del agua debe ser un eje fundamental en las estrategias de adaptación climática, conversamos con Luis Babiano, gerente de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEOPAS).
Nunca lo diremos lo suficiente, actuar frente al desarreglo climático es indispensable y como nos afecta, o nos afectará, a todos, lanzar un pacto de Estado frente a la Emergencia Climática, buscar articular una estrategia compartida, es lo correcto, también porque los cambios profundos requieren la participación de todos.
Sí, en tiempos donde impera la inmediatez y el individualismo, actuar para el largo plazo y para el bien de todos parece hasta ilusorio.
Todos hacemos constataciones obvias: la respuesta institucional sigue siendo fragmentaria, a menudo reactiva y con escasa coordinación entre los diferentes niveles de planificación y de toma de decisión. Y eso, pese al consenso, al amplio reconocimiento del diagnóstico científico y a voluntades políticas innegables. Pese a ingentes esfuerzos de los que siguen apostando por el futuro, en lugar de tener un proyecto estatal (a espera que se junten otros países), no logramos organizarnos y anticiparnos. Pero no podemos quedarnos en constataciones.
El Pacto de Estado frente a la Emergencia Climática es cada día más necesario. Y como el agua es indispensable a cualquier actividad humana, desde enfriar una central nuclear a tomar un vaso de agua, es un factor clave e ineludible para hacer frente al desarreglo climático. El Pacto de Estado frente a la Emergencia Climática debe incluir el agua como uno de sus ejes fundamentales, sin olvidarse del agua urbana.
En el ámbito del agua urbana, observamos cómo en muchos municipios las infraestructuras de abastecimiento y saneamiento muestran una vulnerabilidad creciente. Las sequías ya no permiten margen de maniobra; la gestión de la escasez debe formar parte de la planificación estructural. La experiencia demuestra que, cuando se actúa con previsión, los resultados son eficaces y socialmente sostenibles.
En el medio rural, las dificultades se agravan: menos recursos, redes obsoletas y menor capacidad técnica e inversora. Pero podemos hacer que la adaptación al cambio climático sea también un importante factor de cohesión territorial, gracias a políticas públicas que garanticen el derecho al agua en todos los territorios, sin excepciones ni atajos.
Hablar de adaptación climática sin considerar el ciclo urbano del agua es, en la práctica, diseñar políticas con una pieza clave fuera del tablero. Por ello se hace indispensable, dentro del Pacto, otorgar un espacio diferenciado a la realidad del cambio climático en los sistemas urbanos y el agua.
Ponemos a vuestra disposición nuestros conocimientos, diagnósticos y modelos que ya están funcionando. Un buen ejemplo es la Guía para la adaptación de los sistemas de agua urbana al cambio climático (Guía de adaptación al Cambio Climático.pdf ), uno de los trabajos más completos sobre el ciclo del agua en las ciudades de nuestro país. Allí se exploran las conexiones entre las decisiones municipales y la gestión del agua, y se propone un marco para afrontar la emergencia climática basado en los mejores conocimientos científicos disponibles y en la participación social. El documento ofrece directrices y orientaciones para hacer un uso más responsable del agua en entornos urbanos y también en las zonas rurales cercanas, junto con experiencias que pueden servir de inspiración a los operadores públicos.
Entre todos, tenemos que dar el paso de integrar estos conocimientos de forma coherente en nuestros instrumentos de planificación climática, para hacerse realidad, la adaptación de los ciclos del agua tendrá que disponer de estímulos económicos y fiscales, equiparables a los de la transición energética. El Pacto de Estado representa una oportunidad que no podemos desaprovechar.
Adaptarnos al cambio climático no es solo una cuestión técnica, sino una prueba de madurez institucional y social. Y en esa tarea, garantizar sistemas urbanos de agua seguros, resilientes y sostenibles no es un objetivo sectorial, sino una condición básica para cualquier futuro viable.
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