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Naiara Ortiz de Mendíbil, secretaria general de Sedigas.
España parte de una posición privilegiada para afrontar los grandes desafíos del actual contexto energético: alcanzar la autonomía estratégica, acelerar los objetivos climáticos y avanzar de forma decidida hacia la descarbonización. Pero si queremos subirnos a este tren, debemos desatar de forma urgente el enorme potencial que atesoran los gases renovables —biometano e hidrógeno verde— como herramientas clave para liderar la transición energética desde nuestras fortalezas: un sistema gasista moderno, robusto y extensamente mallado.
Desde el sector gasista, insistimos en que el impulso decidido a estos vectores energéticos es una cuestión estratégica. El episodio vivido el pasado 28 de abril, cuando una interrupción masiva del suministro de electricidad dejó en negro a la península Ibérica, lo evidenció con claridad. En aquel momento crítico, los ciclos combinados de gas natural jugaron un papel esencial para recuperar el suministro eléctrico y reequilibrar el sistema gracias a su flexibilidad, fiabilidad y capacidad de respuesta inmediata.
Estos eventos extremos nos recuerdan que la seguridad energética no puede darse por sentada. Y que el gas natural —y en el futuro próximo, las moléculas renovables— seguirá siendo pieza fundamental del mix energético, tanto por su capacidad de respaldo a la penetración masiva de generación intermitente como por su compatibilidad con las infraestructuras existentes.
En este contexto, el sector se encuentra en un punto de inflexión: la descarbonización avanza y los gases renovables tienen un papel protagonista. España, en particular, dispone de uno de los mayores potenciales de producción de biometano de toda Europa: hasta 163 TWh anuales, suficientes para cubrir la mitad de la demanda nacional de gas.
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