por Javier Díaz González, Presidente de la Asociación Española de la Biomasa-AVEBIOM 8 de junio, 2022
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España genera cada año más de 12 millones de toneladas de restos agrícolas de campo y más de 50 millones de m3 de purines, cuya adecuada gestión y valorización ha de ser un pilar de la bioeconomía: estos recursos pueden evitar la importación de 6,5 millones de toneladas de petróleo al año.

Desde la Asociación Española de la Biomasa entendemos que es acuciante actuar en el medio rural, generar valor local y atraer talento, riqueza y población. Este reto requiere activar todas las palancas posibles y la valorización energética de la agrobiomasa y los gases renovables constituyen, sin duda, una de ellas.

La agrobiomasa y los gases renovables son una enorme oportunidad para desconectar nuestra economía de las importaciones de combustibles fósiles. Las empresas pueden reducir su factura energética y aliviar sus costos de producción, derivados del encarecimiento del gas natural, gasóleo y electricidad, utilizando una fuente de energía autóctona y que es capaz de garantizar un precio de mercado contenido y estable.

Agrobiomasas vs combustibles fósiles
El hueso de oliva limpio y clasificado garantiza precios de la energía de 3 a 6 veces inferiores al del gas o la electricidad. Otras agrobiomasas como paja, podas o madera de arranques frutales para aplicaciones térmicas medianas aseguran costes de energía aún más competitivos: entre 1,2 y 1,6 c€/kWh: hasta 15 veces menos que el gas natural.

Así pues, vemos que la agrobiomasa es un recurso energético muy competitivo frente a las fuentes habituales de energía, actualmente en precios desorbitados. Para que su uso se extienda en todo su potencial precisa de un empuje decidido por parte de administración pública, sectores de actividad y sociedad.

Algunos subproductos agrícolas y agroindustriales como la cáscara de almendra, el hueso de oliva o el orujillo ya cuentan con un mercado y una red de suministro y cierto margen de crecimiento hacia 2030.

Pero otras biomasas como podas, arranques, paja, cañote de maíz y otros restos generados en campo se pudren en el suelo o se queman al aire libre perdiéndose su potencial para la bioenergía y la bioeconomía.

Los 12 millones de toneladas de restos agrícolas que generamos cada año en nuestro país cubren más que de sobra los 411 ktep de calor renovable con biomasa que el PNIEC proyecta hacia 2030 (de hecho, para llegar a este objetivo se requiere la movilización de 1,2 millones de toneladas de biomasa).

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