por Eduardo Álvarez Álvarez, Profesor Titular de Universidad, Departamento de Energía, Universidad de Oviedo 12 de noviembre, 2020
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Aunque a veces pasa desapercibido, una gran parte de los procesos industriales más cotidianos exigen, además de electricidad, suministros ingentes de calor. Ambas necesidades se cubren de manera diversa según las empresas, pero, probablemente, una de las fórmulas más eficientes es el uso de la cogeneración, un sistema que permite producir a la vez electricidad y calor a partir de gas natural, biomasa u otros combustibles más avanzados como el hidrógeno o el biogás.

La cogeneración es un elemento imprescindible en el desarrollo competitivo industrial. Probablemente, la forma más eficiente de obtener energía para la industria de modo totalmente complementario e integrado en el proceso de transición ecológica que estamos viviendo.

De hecho, la cogeneración y las energías renovables son perfectamente compatibles y sería un error contraponerlas. Entre otras cosas, porque la situación actual obliga a que ambas tecnologías convivan y coexistan como complementarias por muchos años, ya que, ahora mismo, no existe ningún sistema capaz de sustituir a la cogeneración de alta eficiencia en la producción de calor que necesitan las empresas. Una vez descartado de manera definitiva el uso del carbón y ante la eliminación progresiva del fuel como combustible industrial, la cogeneración es el único modo de producir calor de manera sostenible en industrias de sectores estratégicos como el químico por poner solo un ejemplo.

Si analizamos el binomio cogeneración-sostenibilidad, comprobaremos que la eficiencia energética es un factor clave para minimizar el impacto ambiental: siendo más eficientes y con rendimientos más altos, somos también más sostenibles. El propio Ministerio de Industria alemán destaca que “en comparación con otras instalaciones de generación de energía, las plantas de cogeneración requieren menos combustible y, por lo tanto, son más eficientes”.

Pero, además de este menor consumo, hay otros dos elementos consustanciales a esta eficiencia de la cogeneración. Primero, lo que se denomina generación distribuida, es decir que la energía se produce en el mismo lugar en el que se consume, lo que reduce sustancialmente el impacto en el medioambiente; y segundo, la garantía de seguridad del suministro eléctrico y térmico, una cuestión esencial para la productividad, y que, en la actualidad, no pueden garantizar de modo total ninguna fuente de energía por sí sola.

Sin embargo, el entorno regulatorio actual hace que el próximo 8 de diciembre expire la extensión del derecho a percibir la retribución a la operación a instalaciones de cogeneración de alta eficiencia que se incluía en el Real Decreto-ley 20/2018. Este derecho es fundamental para que las plantas de cogeneración sean rentables, y su desaparición va a suponer que las primeras 50 plantas de cogeneración de las 600 que hay en España acaben su vida útil y dejen de recibir ayudas por la inversión y la potencia instalada. Como consecuencia directa, va a generar que suban los costes energéticos de las industrias asociadas, y, por ende, se reduzca su competitividad, dejen de ser rentables, y una parte de ellas corran graves riesgos de desparecer, con la consiguiente pérdida de empleo como es el caso de empresas como Sniace y Solvay.

Frente a esta situación, el sector de la cogeneración ha pedido al Gobierno, conforme a la ley publicada en 2012, que concrete de forma real y transparente un régimen transitorio que permita a estas empresas iniciar un proceso de actualización hacia combustibles renovables como el hidrógeno, algo que tecnológicamente está aún muy lejano para alcanzar la eficiencia exigible en el mundo industrial actual. Entretanto, la cogeneración a partir de biomasa o gas natural, el verdadero combustible de esta transición, es el único sistema eficiente para producir el calor necesario para elaborar, con altos valores de eficiencia energética y con un mínimo impacto en el medio ambiente, alimentos de primera necesidad como el aceite o los productos lácteos, o manufacturar los azulejos de nuestras cocinas. Un sistema, en definitiva, sostenible en el más amplio sentido de la palabra.

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