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La Universidad Politécnica de Madrid acogió una jornada de reflexión y diálogo dedicada a los retos del consumo sostenible, la economía circular y el papel crucial de la juventud en la transición ecológica.
El evento, organizado por la embajadora del Pacto Climático Europeo Isabel Silva, Carmen Avilés y Camilo Muñoz, profesores de la ETSI Montes, Forestal y del Medio Natural, reunió a especialistas en sostenibilidad, jóvenes activistas, investigadoras, profesionales del ámbito social y representantes institucionales comprometidos con la acción climática en España.
La iniciativa, impulsada por Isabel Silva dentro de su labor como embajadora, tuvo como objetivo principal acercar la sostenibilidad a la ciudadanía de una forma práctica, humana y accesible. Según explicó durante la apertura del encuentro, “necesitamos construir el vínculo entre las personas y su entorno, y para ello es imprescindible crear espacios donde podamos pensar juntas, compartir conocimientos juntas y actuar juntas”.
Durante la apertura de la jornada Ana Río Quintana (Comisión Europea) hizo referencia a la nueva propuesta de la Comisión Europea sobre Economía Circular y Consumo Sostenible, un marco regulatorio que busca acelerar la transición en los Estados miembros mediante políticas más ambiciosas y coherentes.
La propuesta —que forma parte del Pacto Verde Europeo— plantea medidas clave como:
1. Regulación del diseño ecológico de productos: establece criterios obligatorios para que los productos sean más duraderos, reparables, eficientes y reutilizables, reduciendo la obsolescencia y favoreciendo la reparación frente a la sustitución.
2. El Pasaporte Digital del Producto: una herramienta que permitirá a consumidores, empresas y administraciones acceder a información fiable sobre materiales, procesos de producción, reparabilidad e impacto ambiental, mejorando la transparencia en toda la cadena de valor.
3. Promoción de modelos de negocio circulares: la Comisión impulsa servicios de reparación, reutilización, alquiler, reacondicionamiento y segunda vida, reduciendo la presión sobre materias primas críticas.
4. Restricciones a productos de un solo uso y a prácticas de destrucción de excedentes: se busca evitar que las empresas destruyan artículos no vendidos (especialmente textiles y electrónicos), obligando a gestionar inventarios de forma responsable.
5. Requisitos para el sector textil: este sector —uno de los más contaminantes del mundo— deberá alinearse con objetivos de durabilidad, reciclabilidad y reducción de microplásticos, reforzando la circularidad desde el diseño.
El diálogo comenzó con una reflexión sobre las limitaciones que enfrentan hoy en día las personas consumidoras. Aunque existe un creciente interés por hábitos responsables, el sistema actual no facilita las decisiones sostenibles. Precios poco accesibles, información confusa, marketing agresivo y una escasa trazabilidad de los productos dificultan que la ciudadanía pueda ejercer elecciones verdaderamente informadas.
La mesa moderada por Sara Romero (UPM) las ponentes Ujué Fresán, Victoria Cuesta (Embajadoras), Veronica Sanz (Leyton), Xavier Moraño (CliKoala) coincidieron en que no se puede responsabilizar únicamente al consumidor final. La transformación debe construirse colectivamente mediante políticas públicas, incentivos adecuados, entornos saludables y opciones claras que favorezcan el consumo responsable en escuelas, hospitales, comedores colectivos y servicios públicos.
Otro punto clave del encuentro fue la creciente desconexión emocional con el entorno natural. A pesar de que los efectos del cambio climático son cada vez más visibles —olas de calor, impactos en la salud, pérdida de biodiversidad o tensión sobre la seguridad alimentaria— muchas personas perciben estos riesgos como lejanos.
Las ponentes destacaron la necesidad de comunicar la realidad climática de forma más cercana, narrativa y emocional, conectando los datos con la vida cotidiana de las personas. “El clima no es algo abstracto; es la calidad del aire, el precio de los alimentos, la salud de nuestros hijos”, señalaron.
La alimentación ocupó un espacio central en la jornada. Se recordó que la sostenibilidad de los alimentos no depende solo de la huella de carbono, sino también del uso del agua, la distancia recorrida, la estacionalidad, el tipo de producción e incluso el impacto social sobre las comunidades agrícolas.
Muchas personas —y especialmente jóvenes— intentan cambiar su dieta sin contar con herramientas ni información suficiente, lo que a menudo genera frustración o culpa. Por ello, las expertas defendieron un enfoque amable, gradual y realista que permita avanzar hacia dietas más sostenibles sin perder el disfrute, la identidad cultural y el bienestar emocional.
La jornada dedicó un espacio destacado a la economía circular como uno de los ejes estratégicos de la transición ecológica. La mesa estaba compuesta por César García Aranda (Adjunto para sostenibilidad UPM y Embajador), María Galvéz y Antonio Aguilera (Embajadores), Ruth Carrasco (UPM) y moderada por Carmen Avilés (UPM), quienes explicaron que este modelo va mucho más allá del reciclaje: implica repensar completamente la forma en que producimos, consumimos y gestionamos los recursos, desde el diseño de los productos hasta su reutilización, reparación y reintroducción en los ciclos productivos.
Se destacó que la economía lineal —basada en extraer, producir, usar y desechar— ha demostrado ser insostenible en términos ambientales, económicos y sociales, agotando recursos y generando montañas de residuos. En contraste, la economía circular propone cerrar ciclos, reduciendo drásticamente el desperdicio y optimizando el uso de materias primas.
Las expertas subrayaron que este cambio de paradigma no solo reduce impactos ambientales, sino que también abre oportunidades en innovación, empleo verde, emprendimiento regenerativo y competitividad empresarial. Las experiencias rurales compartidas durante el encuentro reforzaron la idea de que los entornos de menor consumo y mayor conexión con el territorio ofrecen inspiración para desarrollar soluciones más simples, eficientes y resilientes.
La mesa protagonizada por jóvenes activistas Laura Reboul y María Etessam (Embajadoras), Nona Galvany (Coordinadora Embajadores) y Martina Sáenz de Miera —Ingeniera en Tecnologías Ambientales—, moderada por Camilo Muñoz (UPM), despertó especial interés. Las participantes hablaron abiertamente de la ansiedad climática, la incertidumbre laboral, la sobreexposición informativa y la sensación de falta de control sobre el futuro.
Sin embargo, también pusieron en valor el papel del activismo como espacio de alivio emocional y construcción comunitaria. Se destacó que la transición ecológica debe ser una transición justa, que no deje atrás a trabajadores ni territorios dependientes de industrias intensivas en emisiones. La juventud —flexible, creativa y habituada a reinventarse en momentos de crisis— emerge como un actor central en este proceso.
Entre las barreras que dificultan la movilización juvenil se mencionaron el aislamiento social postpandemia, la saturación informativa, la pérdida de propósito y el exceso de opciones que paraliza. La solución, coincidieron las ponentes, pasa por reconstruir la comunidad: cooperativas, colectivos locales, proyectos universitarios, asociaciones vecinales o grupos de consumo responsables.
El evento, promovido por Isabel Silva, concluyó con un mensaje rotundo: la transición hacia un modelo sostenible y socialmente justo está ya en marcha, pero requiere una estrecha colaboración entre ciudadanía, instituciones, empresas, universidades y territorios.
La acción colectiva, repetían los participantes, es la herramienta imprescindible para sostener la esperanza y construir un futuro en equilibrio con el planeta.
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