31 de octubre, 2018
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A las no pocas campañas contra el uso del plástico puestas en marcha desde distintas organizaciones ambientales, se vienen a sumar de forma constante nuevas voces reputadas con el objetivo de activar la conciencia ciudadana en pro de la reducción de este material que se ha convertido en los últimos años en un auténtico veneno para el medio ambiente, especialmente para la vida marina.

La última de ellas ha sido la de la oceanógrafa estadounidense Sylvia Earle quien, en su discurso de recogida del Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2018 la pasada semana, denunció con vehemencia el importante problema medioambiental que suponen las ingentes cantidades de plástico que se vierten al océano cada día. 

La Asociación Española del Aluminio (AEA), que representa a más de 600 empresas del sector, incorpora también su apoyo a esta ola mundial contra la producción y consumo de plásticos que está contaminando de forma masiva el medio ambiente y recuerda las ventajas que posee el aluminio en cuanto a sostenibilidad y reciclaje. 

“El aluminio es 100% reciclable sin merma de sus cualidades y la energía que precisa su proceso de reciclado apenas alcanza el 5% de la energía que fue necesaria para producir el metal inicial”, explica Jon de Olabarría, Secretario General de la AEA. “Asimismo”, continúa, “no hay que olvidar otras dos características fundamentales del reciclaje del aluminio y es que este proceso puede ser realizado de forma indefinida obteniendo una y otra vez productos dotados de la misma calidad que la que tenían al principio del ciclo”. 

Mientras que un simple vaso de plástico necesita alrededor de 75 años para degradarse, apenas 60 días es lo que tarda una lata de cerveza en producirse, llenarse, distribuirse, consumirse y reciclarse en una lata nueva, lista para comenzar el proceso de nuevo con la misma calidad que al principio del ciclo. 

Hoy en día el aluminio juega un papel estructural en multitud de sectores e importantes actividades económicas tales como el transporte -automóviles, aviones, trenes de alta velocidad, metros, bicicletas, etc.-, la arquitectura, el embalaje -papel de aluminio, latas, etc.-, bienes de uso doméstico -utensilios de cocina y herramientas-, transmisión eléctrica y un largo etcétera. 

“En un momento como el actual”, concluye Olabarría, “en el que el cambio climático constituye un verdadero problema que resulta urgente resolver, es importante apostar por materiales que contribuyan a la sostenibilidad y remen a favor de una ola de preservación medioambiental a la que es vital subirse”.

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