Es patente que las inversiones públicas en materia de agua son insuficientes para cumplir las tareas pendientes, que podemos resumir en la actualización y construcción de nuevas infraestructuras y su adecuada conservación y mantenimiento, lo que es tanto como conseguir un stock de capital público hidráulico que asegure las necesidades de la sociedad. Por ello, se hace imprescindible potenciar la colaboración público-privada, tan carente de regulación y estímulos.
Actualmente, 3,6 mil millones de personas no tienen acceso al agua al menos un mes al año y se espera que esta cifra aumente a más de 5.000 millones para el año 2050. Además, en un mundo donde la gestión sostenible del agua es más necesaria que nunca, más de 100 países no están en camino de tener recursos hídricos gestionados de manera sostenible para 2030. En este escenario surge otro paradigma. La concienciación social de la escasez de nuestros recursos y el relevo generacional cobran más importancia que nunca y se hace urgente trasladar el discurso a los jóvenes para que puedan desarrollar innovaciones y tecnologías que aseguren el futuro del agua. Así, el desarrollo de los recursos hídricos no convencionales o la digitalización del agua surgen como las grandes promesas para solucionar la escasez hídrica y encabezar una cuarta revolución que encuentre medidas inmediatas y logre salvaguardar el futuro sostenible del agua. En definitiva, que asegure un futuro posible.
El gran impulso propiciado por el PERTE de Digitalización del Ciclo Urbano del Agua está siendo fundamental para el sector del agua urbana, ya que, además de una gran oportunidad, está permitiendo desarrollar proyectos clave para mejorar su eficiencia. Pero el sector también se enfrenta a importantes retos para mantener su sostenibilidad ambiental, económica y social, así como a nuevos desafíos legislativos que determinarán el trabajo de los próximos años.
El agua, como recurso esencial para la vida, es un asunto al que cada vez es más urgente que prestemos atención en España, un país que ha tenido que enfrentarse históricamente a la sequía y en el que la gestión de los recursos hídricos se ha convertido en un aspecto de vital importancia.
Estamos en el tiempo de la reacción visceral y de la adaptación radical. En un breve periodo de tiempo, nuestra sociedad ha afrontado varios episodios convulsos a consecuencia de la Covid19 (aunque nos empeñemos en olvidarlos), así como el crecimiento acelerado de la inflación, de los costes energéticos y el avance de los conflictos armados. En este escenario complejo, los operadores públicos dedicados a la gestión del ciclo integral del agua afrontamos otro problema acuciante: el Cambio Climático.
Desde hace más de 3 años que vivimos en Cataluña, y sobre todo en el ámbito de las cuencas internas, la sequía más grave de los últimos 100 años. En este periodo se han desplegado medidas para optimizar el uso del agua, incrementar la producción de la desalinización y regeneración, así como la aportación de más de 190 MEUR en ayudas al mundo local.